CITAS SELECTAS


Con pulso firme tomé mi libreta de apuntes, sentada frente a Shati, asumiendo el papel de oficinista, siguiendo el juego a sus palabras graciosas. No me sentí molesta por este acto suyo, pensé que si otra persona hiciera eso me hubiese enfadado.


De pronto, en forma seria y decidida emprendió Shati a hablar escueta y rápidamente:


Tengo que comentarte dos grandes secretos que he ocultado durante mi vida, mi vida real y otra parte no terrenal que te iré adelantando.


“Empiezo por mi historial: Mira, Tita, imagínate una pequeña niña jugando en un patio de cemento gris, con su vestidito de tiras en lino barato, flores pequeñas color vino tinto. Recoge algo del piso y se sienta en un bajo muro de ladrillo rojo. De pronto ve a una empleada del servicio salir de un baño que había frente a ella y sigue tranquilamente con su juego inocente. ¿Te imaginas qué puede jugar una niña sola, en el piso?


—No —le contesté.


—Se entretenía con unas metras o bolitas de cristal, ¿las recuerdas?

—Claro, las recuerdo, yo también jugué con esas pepitas —contesté.

Yo era esa chiquilla. Recuerdo muy claramente que llegó mi madre entró al baño, salió de inmediato preguntándole a la empleada: “¿Fue usted quien estuvo en el baño?”. “No sé señora”,contestó la mucama, “a lo mejor fue la niña” y me señaló con indiferencia. Mi madre dijo en tono muy seguro: “No bajaron el agua, seguro que fue esta cochina”.

“Sentí su profunda mirada y su cercanía. De pronto, mi madre me agarró fuertemente por un brazo y me llevó al baño proliferando insultos y palabras que no entendía muy bien, sólo logré percibir su malgenio y rabia que la acompañaba siempre. Velozmente metió mi cabeza a la taza del inodoro untándome de los excrementos que habían dejado e ignorando mis súplicas insistentes al manifestarle no haber cometido eso.

“Es mi primer recuerdo, desde que tengo uso de razón, creo que tenía seis o siete añitos, Tita. Lloré mucho y no pude comer durante varios días.

Shati recostó su cabeza a la silla y suspiró fuertemente:

Tita, el no creer en un niño es el peor daño que le pueden hacer, más que meterle la cabeza al inodoro.

¡Uf… quedé sin palabras…!

Vivían en una pequeña hostería de propiedad de sus padres. La servidumbre estaba conformada por cocineras, meseras y aseadoras. Una niñera dedicada a los pormenores, uniformes, comidas y lo relacionado con los hijos, en total eran seis.

Me quedé pensando en cortos segundos: “¿Cuál será la parte no terrenal?” No me distraje, seguí escuchando atentamente…

Shati fumó fuerte. Sólo fumaba cuando tenía una preocupación o angustia. El humo del cigarrillo la hacía respirar más profundamente, sintiéndose descansada, según expresó. Así mismo me inundaba la oficina de cigarrillo, cosa que me molestaba, mas no dije nada en ese momento, al abrir de par en par los dos ventanales que daban a la avenida.

Es increíble el comentario de Shati, expresado con gran tranquilidad pero en el fondo con un doloroso recuerdo. Sentí conmoción cuando lo relató. Pensé que yo no sería capaz de hacerle esto a un hijo mío jamás… ni a cualquier ser humano.

Sí, ningún ser humano sobre la tierra se merece, por ruin que sea, que le bañen con excrementos, menos si se trata de un menor de edad. Una pequeña criatura soportando agresividad y violencia de una descontrolada mujer ama de casa, madre atormentada tal vez por fracasos emocionales, exceso de trabajo o con traumáticas raíces culturales, sociales y psicológicas.

Imagino su mente cargada de factores determinantes que la conducían a actos extremos violentos. Fue mi primer punto de vista.

El estudio distraía la vida de Shati, pasaba inadvertida entre el grupo. Fue una niña débil, con contextura delgada, pero normal. Muy alejada y retirada de los demás, le gustaba la soledad. Era una hija atenta, dócil y muy especial con su papá, quien significaba mucho para ella. Igualmente, su hermano y hermanas seguían obedientemente las decisiones que se tomaban respecto a la parte académica y familiar. Shati estudiaba en un colegio de religiosas y la disciplina y conducta eran medios indispensables para mantenerse vigentes en ese plantel. Era inteligente, muy inteligente, pero por su grado de timidez pasaba inadvertida ante los demás.

La familia estaba residenciada en pleno centro de la ciudad de San José de Cúcuta, frontera nororiental colombiana. Sus padres manejaban la hostería, establecimiento comercial que se encontraba ubicado muy cerca del plantel educativo en el que estudiaban sus hijas. La rutina académica y familiar diaria hacia que el tiempo pasara simple, sencillo y solo, así como era Shati. 


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Cierto día salió su madre al colegio a recibir las calificaciones de todos sus hijos y dejó a Georgina, su hermana mayor, encargada de controlar que “se portaran bien”. Su madre le entregó el chuco trenzado y húmedo, para mayor efecto correctivo.

Ese día la hermana mayor quedó al mando. Solicitó a Shati que le ayudara, quien contestó que estaba ocupada y se esperara un poco. Enfurecida, Georgina empezó a regañarla y al no encontrar efecto alguno inició a propinarle fuertes latigazos. Shati se defendió tapando su rostro con una mano, mientras con la otra lograba sostener el látigo para que no la atizaran más. Los otros hermanos intervinieron logrando detener esa cruel e inexplicable golpiza.

Al llegar, su madre se enteró. Sin pedir explicaciones, Shati fue sometida a los golpes e insultos más crueles que jamás había recibido en su niñez. Sometida del cabello, golpeada fuertemente contra la pared de la cocina, intercambiando con latigazos en la espalda o por donde cayera. Shati trataba de soltarse pero estaba imposibilitada en un rincón. Su padre afortunadamente escuchó gritos y rápidamente intercedió, increpándole a su mujer por la forma de castigar, tan violenta y absurda.

Se encontraba furioso. Esos correctivos tan severos que ella acostumbraba para con su hija, él no los permitía. Notaba don Raúl que Shati era la única maltratada de esa forma.

—No soporto mas esta situación, cada semana es lo mismo. Vas a sacar una tarada o terminarás matándola —dijo el padre con gran enojo—. Además, ¿por qué autorizas a Georgina que le pegue de ese modo? ¡Qué tal la doble golpiza! Primero Georgina y tú después le das el postre. ¡No tolero el ambiente que tenemos, estás formando a la mayor como el nuevo Hitler femenino!

Hubo llantos y congojas de todos. Al momento don Raúl salió muy furioso dando un fuerte golpe a la puerta principal.

Shati entró al baño, abrió la regadera reciamente, cayendo agua por todo el cuerpo, aliviando su dolor. Sentía chichones por todos los lados, principalmente en la cabeza. Los brazos y piernas muy rojos ardían por las marcas lineales del famoso látigo. Notaba su corazón acelerado; sentía el alma que se hundía en un profundo mar de tristeza. Salió del baño llorando asustada en busca de su padre para que la llevara a un centro médico o la ayudara a curar. No encontró a su padre… él salió y no volvió esa noche, ni la otra, ni la siguiente….

Permaneció escondida varios días en un gran patio interior que tenía la vivienda. Una de sus hermanas trató de curar sus heridas, aplicando hielo para bajar la hinchazón. Shati por temor a despertar más la ira de su madre trataba en lo posible de no dar la cara ni hacer ruido. Se ocultaba mientras pasaba el problema. “Usted es la culpable que su papá se haya ido de la casa, maldita, miserable, infeliz, ¡me provoca echarla…!”, le repetía cada vez que la veía en el interior de la casa.

“Uf…” Otra vez respiré profundo… —¡Shati, por el amor de Dios, me acongoja todo lo que me cuentas! —le dije casi de inmediato.

Y eso es sólo el comienzo, te detallaré lo más significativo —me dijo en tono muy bajo—. El primer día de esa golpiza estuve escondida como te dije en un solar muy grande que tenía la casa; ya llorando sin aliento, me quedé adormecida en una banca vieja de madera. Un rato después sentí ruidos, abrí los ojos y vi algo inexplicable a mi lado. Un bulto de un poco más de metro y medio de alto, con una manta o túnica blanca. Sin rostro, sólo ojos profundos negros muy hondos los cuales se movían constantemente.

“Amiga, esa era mi parte no terrenal que te quiero expresar ahora, la cual he vivido intensamente. A partir de esa época tengo constantes y frecuentes encuentros con unos seres que toman apariencia visible. Ahora no me producen miedo y se han convertido en mis amigos y aliados.

“Esa tarde, casi noche, ya estaba oscureciendo, me dijo la aparición: “Hola, ¿qué te pasa?, ¿estás triste? Te han golpeado mucho, veo tus moretones.

“Tita, temblando le pregunté quién era. Dijo llamarse Milton, hablando con una voz débil, poco audible, realizando movimientos lentos. Manifestó querer ayudarme; sentí un gran escalofrío por todo mi cuerpo. Me froté bien los ojos, esto es un sueño, pensé… salí corriendo para mi habitación recostándome en mi lecho temblando, con una ruana encima de mí. Sobre esa aparición no hice ningún comentario a nadie —dijo Shati.

Shati me manifestó el deseo de rodar al abismo del olvido todos los recuerdos amargos de su infancia. Era imposible, los recuerdos no se queman con un relato.

Pero, definitivamente no esperaba esa nueva narración. Fue una sorpresa para mí los relatos fantasmagóricos escalofriantes que inició. Shati estaba afectada por la golpiza y yo conceptuaba que esas alucinaciones eran producto de lo sucedido.

Quedé en silencio, no contradije sus relatos… 



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Una noche, casi al mes de nacido su hijito Jerson, Shati y Alirio tuvieron una visita inesperada. Llegaron a saludarla el grupo de amigos y amigas, quienes hacía dos años no se trataban, desps de aquel comentario desafortunado que los separó.

Carmiña y Mariela se quedaron un rato a solas con Shati en su habitación, ofreciéndoles disculpas por lo sucedido y admitiendo su falla en desconfiar de ella.“Fueron épocas de inmadurez”, dijo Carmiña visiblemente arrepentida. “No te habíamos buscado antes para pedirte las disculpas, porque sabíamos que estabas furiosa con nosotras”,—expreso Mariela, demostrando el deseo que todo volviera a ser como épocas anteriores.

Shati, sintiéndose un poco incomoda, aceptó las excusas, manifestando: El tiempo se encargará de sanar las heridas, es la medicina acertada. Terminada la reunión se despidieron, no sin antes admirar al pequeño bebé y su gran parecido con la madre.

Shati sintió la Justicia Divina posar en la tierra. Con aire de complacencia admitió la humildad, nobleza y sentido con en esas amigas murmuradoras que tenía, al reconocer su falta. Después de 2 años de ocurrido ese impase se había aclarado ese comentario de mal gusto.

—Sabía que mis fantasmas estaban satisfechos por las recapacitaciones de mis amigas y el aparente perdón de mi parte. Aunque en realidad ya no guardaba rencor. Sólo me sen muy molesta por esa situación.

“En esos días de dieta, Milton y demás amiguitos se portaron conmigo muy bien, colaborando en todo lo necesario. Las labores domesticas eran interminables, igual el cuidado y alimentación de mis tres hijos. Les pedí de nuevo a ellos que mis hijos no se enteraran de su existencia. Hice énfasis en ese tema. Asintieron, que lo estaban cumpliendo dijo Shati finalizando.

Contrató nueva empleada,manifestando Shati su inconformidad en el desempo de sus funciones, quejándose de su cansancio y exceso de trabajo.

—Tita, mis fantasmas desempeñaban mejor los oficios que la empleada. Y a ellos no tenía que cancelarles un sólo céntimocomen Shati con aire divertido.

Mi amiga quedó muy delicada de salud. Le daba gran importancia a la enera y resistencia que debía tener, para disfrutar a sus pequitos, quienes llegaron a su vida para plasmar una felicidad añorada.

—Shati, ¿por qué esa gran preocupación por el cuidado de los hijos y el aseo del hogar?Alirio y la empleada te colaboraban bastante.

—En realidad mis verdaderos colaboradores eran Milton y sus amiguitos. No lo olvides, Tita, ellos eran mis incondicionales ayudantes saltó de inmediato con esa observación.

—Eras muy exigente, Shati. Pedías dedicación y mucho esmero,le manifesté anotando el desconcierto que percataba en ella, al tener muchas cosas por hacer. Le faltaba todo el tiempo del mundo para cumplir gran cantidad de compromisos.

—Sí, soy muy exigente y necesito una persona que me cuide a mis hijitos, tal como yo lo hago —respondió tranquilamente—. Eso es difícil, aunque la conseguiré.

Siguieron una serie acontecimientos, cambio de residencia, s trabajo y por supuesto, comodidad económica. Celebraciones y eventos importantes asistiendo acompañada de su esposo, hijas e hijo.No se reunieron más con el grupo de amigos, Shati no hizo ningún esfuerzo para ello.

          A los dos años…

Geraldine ya contaba con seis años, Vianney con cuatro y Jerson dos os de edad. Shati para con sus hijos, actuaba con cuidados extremos y sobre protección. Era metódica, perfeccionista y gida. Filosofaba en la perfección al hacer las cosas. Sus compromisos laborales, sociales y hogareños la agotaban, por lo cual se mantenía irascible. Su dedicación hacía el hogar era desmesurada. El cuidado de sus hijos lo coordinaba en forma intachable. No escatimaba momento para ordenar las cosas en su hogar, las cuales ya estaban excesivamente ordenadas. A su esposo lo trataba con autoridad...

—Necesito educar perfectamente a mis hijos soltó de repente—. Se les debe dar correcciones inflexibles. Siempre están desobedientes por lo cual los he corregido severamente manifestó muy seguradesus palabras.

—No Shati eso no por favor aduje—, debes manejar principalmente el instinto materno, que la autoridad.

Ya me encontraba fastidiada por ese comentario. No hacía caso a mis recomendaciones. Le manifesté finalizáramos la conversación por ese día. Salimos muy calladas de la oficina. Shati node inmediato mi desagrado y despidiéndose se marchó de inmediato.

A solas cavilé profundamente lo conversado. Aparte de todo Shati se ha vuelto necia y no recibe consejos. Ante su anterior pronunciamiento me sen muy molesta y enfadada.

¡Qué obsesión por corregir a sus hijos! Me aturdía la idea de Shati en castigar fríamente a suspequeñitos por cualquier cosa. No compartía esa concepción ilógica de la dura reprensión; era algo sobre lo cual le había sugerido en muchas ocasiones. Definitivamente ella no estaba preparada para el papel de madre. Traía a su mente otro esquema maternal, el cual era una copia de un modelo guardado en su subconsciente. Observé a una madre tensa, sobre protectora, rígida e inflexible.

Durante varios días evité por completo charlar con Shati al sentirme incomoda. Permane alejada y evadía cualquier conversación o acercamiento, para no entrar en disputa con ella.

El manejo estricto de las funciones como madre, con el riguroso yugo del “poder de la sangre” vuelve a resonar en este caso con mi amiga. No es conveniente que con esta generación de nuestros hijos, se utilice la martirizante y severa formación de épocas pasadas en muchas familias de nuestra sociedad. Es recomendable siempre canalizar equilibradamente un refugio de amor y ternura combinado con el diálogo, matizado en lecciones y consejos. La madre ha de ser siempre el motor de la familia. Si se evidencian traumas como consecuencia de agresiones físicas o verbales, esos recuerdos negativos esclavizan a los seres humanos.

Involuntariamente ese proceso se convierte en la misma medicina recibida, medicina aplicada. Siempre los hijos violentados forman familias conflictivas. Me temo que esta sintomatología se pueda aplicar al caso de Shati.

Así pasaron varias semanas. Estaba muy distanciada con ella, sólo nos veíamos y habbamos en lo relacionado al trabajo.   



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